Esta vivienda se adapta, de un modo casi orgánico, a los condicionantes caprichosos que le impone la normativa y a los condicionantes incontestables que le impone la naturaleza.
Contrariamente a lo que indique la realidad comercial, situarse tan cerca del mar no solo aporta ventajas. La salinidad menorquina y la línea de costas son enemigos muy duros. Ésta y los retranqueos de un parcelario irregular determinan las dimensiones y la forma de la edificación.
Los propietarios son unos enamorados del tipismo de esta área del sur isleño y unos profundos conocedores de la severidad del sol de poniente veraniego, que obliga a la gente a rehuirlo montando improvisados y también típicos salones exteriores con maravillosas vistas hacia los coches aparcados .
La casa, sin renunciar a los principios estéticos de la zona, se vacía en la fachada norte proporcionando un patio de atardecer, privado, protegido, vinculado a los dormitorios de los habitantes, dándoles mar a los que no lo deberían ver y llevando la luz serena al corazón de la vivienda. Esta muesca en forma de V perfora el terreno y crea un sótano. El patio de la planta baja es también cobijo del acceso al nivel inferior.
Mientras tanto, recortada por la línea de costas, la fachada poniente, que quisiera ser todo Mediterráneo, debe ser capaz de cerrarse para sobrevivir.